lunes, 20 de septiembre de 2010

Leyenda del hombre de piedra

Torso del "Hombre de piedra"
Así ocurre en Andalucía, por lo general, y en Sevilla, en particular. En cada esquina existe alguna una cruz, un retablo, una puerta, una ventana, en definitiva, algún elemento constructivo o decorativo que tiene vinculada una curiosidad, alguna historia y puede que una leyenda.

La anterior entrada al blog, nos lleva a conocer la ley 11 dictada por el rey D. Juan II en una época en que las creencias religiosas lo eran todo. Existe una calle en el barrio de San Lorenzo, rotulada como “Calle Hombre de piedra”, llamada entre los siglos XIII a XV calle del Buen Rostro. El nombre de la vía se debe a la existencia de un torso de piedra que hay empotrado en la fachada de dicha calle, entre los números 10 y 12, a la altura de la calle Medina. Sobre la existencia de éste torso
existen dos versiones: la versión arqueológica y la versión de leyenda:
La primera dice que es un torso de la época romana, que informaba a los viandantes que en ese lugar existían unas termas o baños públicos que parece ser que llamaban “Los baños de la estatua”.
La versión legendaria, dice que allá por el siglo XV existía en esa calle una taberna. Un día en dicha taberna se encontraban unos lugareños entre los que se hallaba Matías, apodado “el rubio”. Estando en el interior de la taberna, las personas que allí se encontraban, escucharon murmullos de gente en la calle y el sonido de una campanilla, entonces decidieron asomarse a la puerta del local a curiosear. Al salir a la calle a ver lo que sucedía, vieron a un grupo que se acercaban a la altura de la taberna, formando una comitiva que rezaba y acompañaba a la sagrada forma, para llevarla a un enfermo de la zona para dar la última comunión. Al llegar el cortejo a la altura de la taberna, las personas allí presentes se arrodillaron ante el santísimo, cumpliendo así con la ley 11 que el rey D. Juan II había dictado, salvo el mencionado Matías, que en un alarde de prepotencia y superioridad sobre los demás gritó, diciendo que él no se arrodillaría jamás y que se quedaría allí para siempre sin moverse. Entonces dicen que un estrepitoso rayo cayó sobre el blasfemo, petrificándolo y hundiéndolo hasta las rodillas, arrodillándolo así para siempre.




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2 comentarios:

  1. No lo conocía. Por supuesto muchísimo mejor la versión legendaria. Enhorabuena por el blog.

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